viernes, 6 de mayo de 2011

De cuando me cortaron los pies

Quedamos de juntarnos a las nueve y media de la noche en el metro.Quedamos.

Tenía tanto tiempo para caminar, tres horas para estar sola. De principio, después de estudiar, me dio por caminar hasta Avenida Providencia a ver a mi papá (me encanta caminar porque implica pensar, pensar y ver), fue de pasada solo para dejarle mis materiales, después tenía que trabajar. Eran las siete.
Caminé sin cansarme, viendo a personas de pie a cabeza, solo a algunas porque pocas me llaman la atención, llegué al edificio. Fue un hola y nos vemos.

Continué por Avenida Apoquindo, hasta llegar al Cine Tobalaba, pasé a recoger un pedido donde la Engracia. También fue un "hola y nos vemos", eso que tenía mucho tiempo aún. Me quedaban dos horas para juntarme contigo. 

Seguí, seguí caminando y como no tenía más que hacer me obligué a comer por ocio. Pasé al único local más cerca., un Mc Donalds que está frente al metro tobalaba, pedí unas papas fritas gigantes con una pepsi gigante y una ensalada césar (no como carne). Fui al segundo piso y me senté en un rincón frente a la ventana que daba vista a una florería, observé cómo a las mujeres les encanta las flores y las pasan a ver, como si sus "hombres" nunca les regalaran. Había nadie en el local, al rato un papá se sentó con su hija como de tres años, me molestaba su voz porque le preguntaba a cada rato ¿está rico, está rico?, la pobre ni hablaba si es chica y tenía hambre parece (no me gusta cuando preguntan estupideces, más aún cuando son obvias). Luego al lado mío se sentó una universitaria, no sé porque se sentó al lado mío si había tanto espacio. Comí lento para tratar de disminuir el tiempo que quedaba, vi la hora y eran las ocho y cuarto.

Terminé, eran las ocho y media.

Qué mierda iba hacer ahora, una hora más, no me quedaba otra que ir al lugar de encuentro y esperarte ahí, pero antes de entrar me fumé dos cigarros. Tenía frío como siempre.

El metro, ahí era, en el cambio de andén de Príncipe de Gales. Saqué mi mp4 y escuché hueás todo el rato. Lo apagué. En el cambio de andén había casi nadie, solo se llenaba cuando paraba el metro subterráneo y la gente se dirigía a la salida, toda apuraba, no me explico el apuro a esa hora de la noche, porque eran las nueve casi. Vacío quedaba todo el espacio y yo ahí como tonta, el guardia me miraba a ratos, como pensando que estaba esperando a alguien y que me habían dejado plantada, pero no. Miré a casi toda la gente que salía rápido, se llenaba y vaciaba, se llenaba y vaciaba, y así. Eran las nueve y media.

No llegaste a la hora, maldita seas, me provoca un vacío dentro y estoy sola, estar sola si te dije que me da miedo. No me quedaba más que esperarte y dejar pasar el tiempo como si no lo estuviera pensando. Tendrías que venir desde Vicente Valdés hacia dirección Tobalaba, veía todos los metros que se estacionaban, pero nadie como tú bajaba. Me resigné a seguir esperando, como nunca me haz fallado. 

Un cuarto para las diez, me di vuelta a mirar el trencito del metro, yo estaba justo arriba, opuesta, en direcciones contrarias, el metro pasaba por debajo mío y me di cuenta lo que se experimenta cuando sucede tal momento. Ahí en Príncipe de Gales me cortaron los pies, el metro fue, yo en el primer piso y él en el subterráneo, pasaba por debajo de mí a la velocidad habitual , sentí que me violaba y era tan extraño, porque sentí que me tocó y que me pasó por toda. La sensación de sentirse cortada, de mirar hacia abajo para ver cómo ese gran pedazo de lata te pasa a llevar y te come la carne, tan rápido era, como un hombre cuando tiene deseos de penetrar y satisfacer su necesidad  ínfima que no dura más que el paso del tren.

Llegaste.

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