domingo, 12 de junio de 2011

Términos

He visto tanta tele, tanto programa, tanta película, tanto.
He leído tanto libro, tanto diario, tanto reportaje, tanta revista, tanto film, tanto.


Lloré en el momento menos indicado, era la hora de once, todo animado. Mi mami solía hacer algo rico, es especialista en la cocina, es ella la "mujer" decía, la que debe saber (como si fuera ley) en la cocina. Malo está, no sé ni hacer un queque. 

Era el último capítulo de la teleserie, no recuerdo cuál, pero la mujer huía con su amante en el caballo a pesar de todas las prohibiciones que existían para estar juntos, estúpido era, igual lloré. Quizás me habrán caído lágrimas porque simplemente se terminó, por la angustia de saber que no la darán jamás, era la costumbre de verla a las ocho de la noche, la cotidianidad se sentarme para tomar mi leche y estar expectante para que comience la serie luego. Nunca más podré vivir ese momento, fueron siete meses los que duró esa cinta, siete meses que, valieron más que nada, una emoción, una propiedad de aquello visual que ya no programarán nunca más. Y si fuera de nuevo, si la dieran de nuevo, ya no sería lo mismo, quizás la den de tarde, no estoy en casa. 

Me acostumbré, eso es, tantas películas que he visto en el cine y en la televisión por cable, con muchas he llorado, imaginado, familiarizado, emocionado, es complicado, y todo eso se perdió cuando aparecieron los famosos créditos. 

Películas---> "Créditos"
Libros---> "Fin"


Nos afirman las situaciones para parecernos verdaderos en la mente humana, no era la realidad, es lo más lamentable. Me siento afligida cuando terminan las cosas, en mi espacio temporal perdurarán, pero esa visibilidad concreta no podrá reproducirse de la manera tan cual fue. 

Me habitué.

Me acostumbré a verte, pero no a amarte.

Me acostumbré a ti mamá, como un feto, que cuando te perdí, pensé que había acabado mi vida en tu vientre. De pequeña jamás supe que precisamente tú, la amiga de mi madre, fuera mi progenitora. La muerte fue tu mejor defensa, preferiste mi vida que la tuya, preferiste al otro, y eso lo he inculcado en mí. Siempre te recordaré María, como la paz de mi vida, como el otro yo que me ve desde fuera, pero que vive muy dentro, eres el corazón, eres el alma mía, eres mi cuerpo y mis huesos, y fuiste la enfermedad. Te amo María, y si existe un para siempre, será que te amaré toda la vida.


En el nombre de la progenitora, de la madre, de la gran enfermedad, María.





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